domingo, junio 12, 2011

Viejas épocas de microbuses

Escapando un poco a la política se me antojó buscar información sobre las viejas líneas de microbuses que circularon en Lima en los ochentas (y después). Mi intención era echar una semblanza sobre las líneas que más tuvieron que ver con mi transportación.

Casi no ha sido necesario agregar nada sobre lo existente en la red porque hay mucha información y muchas narraciones ó anécdotas sabrosas al respecto. Haciendo una retrospectiva rápida podría decir que mis líneas de microbús fueron la 47, la 73 y el Chama.



La 47 en alguna época tuvo su paradero inicial en el jirón Cañete, en la cuadra que cruzaba la Colmena. Las colas eran prácticamente obligatorias porque desde el paradero inicial el microbús partía lleno. Era la época en la que el cobrador viajaba prácticamente en el aire protegiendo al último pasajero que iba sobre el estribo. Más tarde esta línea extendió su recorrido pasando por Isabel La Católica, Parinacochas y la Av. Canadá (con este recorrido uno ya podía llegar en verano a buscar la raspadilla de Garibay en Balconcillo).

La 73 tuvo tempranamente ambiciones de línea de transporte importante. La llegada de sus grandes buses fue un gran acontecimiento para la comunidad que tenía que moverse en el eje de su ruta longitudinal que atravesaba Lima de Norte a Sur. Daba gusto movilizarse en esos grandes buses verdes que corrían duro. A pesar de lo espaciosos que eran esos vehículos muchas veces uno tenía que ir de pie. Ahí tuve una vez una ocurrencia de robo: resulta que llevaba mi billetera en el bolsillo de adelante del pantalón y cada cierto tiempo la chequeaba (para ver si seguía ahí). En un momento dado detecté mi bolsillo vacío. Me dirigí a la puerta y al individuo presto a bajar lo jalé de la chompa pidiéndole mi billetera. Éste con dos compinches se bajaron en plena Av. Tarapacá (Rímac) y yo también lo hice. Les seguí pidiendo que me devolvieran la billetera. Entonces la abrieron, sacaron el billete, y me la arrojaron con los documentos. Indudablemente uno de joven no mide el peligro.

Un relato más divertido proviene del blog Transitando en Lima:

Es una de las primeras líneas en las que vi como se podía manejar un bus de 30 toneladas como un tico de 500 kilos, y en otra ocasión la he visto dar una frenada con patinada, quemada de llantas (de verdad salió humo!), y gente tirada en el suelo despues de la cerrada que le dio otro bus "coleguita" en plena carrera... osea, aquellos que no toleran emociones durante el viaje, mejor abstenerse.

El Chama fue un microbús que usé seguido una buena cantidad de años para ir a la universidad. Ocasionalmente podía ser remplazado por el Enatru 59-A pero la desventaja era que éste último obligaba a una caminata de cinco o seis cuadras largas y aburridas. Del blog Crónicas desde Lima extraigo dos párrafos:

Los ochentas fueron el tiempo del reinado absoluto de los micros, la vuelta a la democracia y el régimen liberal de Belaúnde, fueron los motores de la inversión privada. Viejas y destartaladas unidades (que acá llegaron usadas porque hace años tenemos la acomplejada manía de comprar lotes de vehículos que en los países desarrollados son considerados chatarra) fueron reemplazadas por nuevos coches, en su mayoría de tamaño mediano.

Cerca a mi casa de Vista Alegre estaba el paradero inicial de los Chama (y eso de "paradero inicial" era un decir, era una calle ancha, entre dos parques, que servía de estacionamiento a las unidades rojizas que se colocaban en orden de llegada y partían cada cinco minutos).

Sobre la 59-A, el mismo blog dice:

A comienzos de los ochenta, cuando cursaba los últimos años de la primaria, íbamos con mi madre al colegio trepándonos en unos ómnibuses que partían a dos cuadras de mi casa, en Surco. Por ese entonces, el parque España, donde yo vivía, era el último rincón de la “civilización”, más allá, rumbo a los cerros, sólo existían terrenos vacíos convertidos en basurales que hacía poco tiempo, según me dijeron, formaron parte de las fértiles tierras de una zona, antaño agrícola, urbanizada a la fuerza. Había que despertarse temprano e ir, a las siete en punto, a hacer las interminables colas. La línea, la única que llegaba hasta los extramuros de la Lima aburguesa y arribista, era la 59-A. El enatru (si mal no recuerdo, las siglas de la institución estatal encargada, de la cual tomábamos el nombre genérico que le dábamos a los buses, significaban Empresa Nacional de Transporte Urbano) siempre estaba lleno. Hacerse de un asiento era una aventura inútil. Casi todos tomaban allí el vehículo y no se bajaban sino en el centro de Lima, cerca al final del recorrido. Los menos éramos los que nos apeábamos en el residencial Miraflores, así que cada mañana la batalla era por encontrar, primero, un sitio, un espacio, en esta lata gigantesca de sardinas que seguía admitiendo gente que empujaba y empujaba animados por el “avancen al fondo” que de rato en rato lanzaba el cobrador como si la unidad fuera de goma y pudiera estirarse a su sola orden.

Para la redacción de este post estuve buscando diversas páginas en la Red y encontré dos sitios interesantes donde se puede encontrar bastante información sobre el transporte público de Lima de las épocas pasadas. Uno es un foro en Foros Perú con el tema Los antiguos ómnibus limeños y el otro es una entrada del siempre recurrible blog Arkiv Perú. En este último encontré un comentario donde el colaborador (Antonio, Sep 3, 2010) lista la mayoría de las líneas de microbuses de la era microbusera.

Por supuesto que también hubo líneas eventuales, evitadas o antipáticas. En alguna de esas categorías hubiera puesto yo al omnipresente Covida. En el blog de Eloy Nepo hasta una décima habla del famoso microbús anaranjado:

No se le puede negar
al algodon su blancura
ni a la calle la basura
que la gente va a botar;
y no se le debe pagar
el salario al ignorante,
pero dale al cantante
en el micro: El Covida,
que corre tras de su vida
sin saber como arrancar.

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