martes, abril 10, 2012

Un poco de cine preciosista

Una tarde libre (y en vista de que la cartelera estándar estaba muy raquítica) me di una vuelta por el Centro Cultural de la Universidad Católica en Camino Real como para ver qué encontraba (siempre allí se encuentra buen cine universal). Coincidí con el Festival Francophonie 2012 y coincidí con una película de ingreso libre [es irónico señalar que los adefesios norteamericanos suelen tener mucha cola para ingresar -y pagando- a diferencia de estas películas donde es más holgado el acceso].

El presentador (que muchas veces los hay en estas exhibiciones) nos dijo que se trataba de una película de un director que ha hecho cine preciosista. La película se titulaba Los amores imaginarios, de Xavier Dolan (Canadá de habla francesa).

La película trata sobre las relaciones amicales entre un hombre joven (algo amanerado pero no gay) y dos amigos (un gay joven y una mujer joven). Ambos amigos se enamoran del primero. El gay se decepciona cuando descubre que el primero no es gay (por lo tanto el amor imaginario no va). Luego la chica busca saber si puede establecer un romance con el primero. Es con ella que veo una escena tremenda. Una escena que me hace preguntar si es cierto que los latinos tienen (tenemos) el monopolio de la pasión y el sufrimiento amoroso. Los latinos pueden ser muy alharaquientos para exhibir su amor o deseo por alguien, sin embargo, otros, como los alemanes o canadienses francófonos pueden mostrar sentimiento extremo tan solo con una mirada o un movimiento, sin necesidad de mares de lágrimas.



Acá vamos con la escena. La chica le había escrito al muchacho una tarjeta expresándole cuáles eran sus sentimientos (ya que en directo nunca se supo en realidad cuáles exactamente eran entre ambos). Es así que transcurren varias semanas sin saber la una del otro, hasta que un día ella lo ve pasando por su calle. Allí ella le da el alcance preguntándole por cómo le iba y además advirtiéndole que si había recibido una tarjeta había sido por error. Le dice que debió habérsela enviado a una amiga suya pero se equivocó. Él le pregunta si con ese tono tan romántico se dirigía a su amiga. En fin, él dice que ya tenía que irse, tenía que ver el pastel que horneaba. Ella le pregunta '¿Y qué pasaría si esa tarjeta hubiera sido para ti?'. Él: 'También tendría que ir a ver el pastel'. Y se va. Ella se queda parada, paralizada, inmóvil, mirando cómo se va. Toma un cigarrillo, lo quiere encender, ni siquiera puede, sus manos no le responden bien. Ella no llora pero la escena es tremenda. Efectivamente, el retrato de esta escena que hace el autor de la película es preciosista, tremendo, total, durísimo. Todo está dicho con actuación magistral.

Demos un vistazo a lo que dice un conocedor del autor:

Dolan nació en Quebec; hijo de un actor (Manuel Tadros), él mismo fue un actor infantil. Su entrada al negocio fue natural. Su primer film J’ai tué ma mère, el cual dirigió, escribió y protagonizó, se erigió ganador de tres premios durante la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes de 2009. Para este 2010 presentó en la sección oficial de Un Certain Regard del mismo festival (con ovación de pie, cabe mencionar), Les amours imaginaires, otra obra que escribe, dirige, actúa, produce, además de hacer edición y el diseño de arte.

Más en el blog Marginal: ¿Quién es Xavier Dolan?

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