martes, abril 05, 2011

La mediocridad del candidato Humala

Según ha dejado ver en el debatexposición presidencial, el candidato Ollanta Humala ha ratificado el halo de dudas acerca de sus planes en un eventual gobierno. No ha necesitado explicar su visión de país para crecer en votación pues ha capitalizado el descontento de los sectores no atendidos por el Estado, que supuestamente mejora económicamente. Su discurso maneja la ambivalencia. Su fortaleza es la ambigüedad.

Una cosa es estar descontento. Otra cosa es entregarle el gobierno a un grupo que no tiene claro (o por lo menos no lo dice bien) qué quiere hacer del país. Para colmo entregarle el gobierno a un grupo de izquierdistas no reciclados que creen que estamos en los setenta. Cuando hablan de sobreganancias mineras se puede estar de acuerdo con ellos, van bien en la línea mundial (ellos tampoco son descubridores de la pólvora) pero cuando se lanzan a divagar con la creación de líneas aéreas estatales o regulaciones que me hacen recordar al siniestro Sinamos o renuncias a tratados de comercio internacional o estatizaciones de "ciertas actividades" muchos les decimos 'ahí nomás, de lejitos'.

Por si fuera poco, no veo a Humala con el liderazgo de un líder de polendas, su alcance sólo va para una persona que ha sabido aprovechar el descontento de los sectores menos favorecidos pero sin encauzarlos con propuestas modernas alejadas del efectismo populista tipo Ortega/Chávez.

Mejor los dejo con lo expresado por el periodista René Gastelumendi, con el que estoy totalmente de acuerdo:

LA MEDIANÍA DE OLLANTA

Un hombre que titubea en sus discursos, que apela fielmente al guión escrito por sus asesores porque no tiene recursos propios para explicar sus propuestas es, frente al reto de dirigir un país tan complejo como el nuestro, un mediocre “empoderado”.

Definitivamente, Ollanta Humala no está a la altura de todo lo que representa. El hombre que pretende redistribuir la riqueza, incluir a los excluidos, pararle el macho a la clase empresarial, elaborar una nueva Constitución, en fin, redefinir al Perú y a la política peruana, no está a la altura ni siquiera de su nombre quechua que significa el guerrero que todo lo mira. No tengo nada personal en contra de él y hasta me parece interesante que su sola candidatura ponga el dedo en la llaga en varios aspectos de nuestra sociedad y nos haga reflexionar. Temas que tal vez ni siquiera serían abordados con seriedad de no ser por su presencia en la carrera electoral. Me parece hasta saludable que Humala aterrorice a los insignes miembros de nuestras clases privilegiadas quienes verdaderamente lo ven como un “Cuco”, un indeseable que le dará voz y poder a los que siempre estuvieron al margen. En las redes sociales, en los cafés, en las discotecas y en los clubes de aquellos peruanos que la pasamos bien con las cosas tal como están, Humala es hoy, más que nunca, un ineludible tema de conversación casi apocalíptico que nos hace mirarnos el ombligo, nos remece fuerte y nos asusta. En la otra orilla, en los asentamientos humanos, en las punas sin carreteras, en los hogares sin agua y con niños desnutridos y sin educación, Ollanta Humala es, en cambio, una esperanza y una protesta. Esto es comprensible, pero de allí a que su persona sea la más indicada para solucionar nuestras fracturas sociales, hay un abismo más profundo que entre ‘Eisha’ y Huancavelica.

Podría escribir varias líneas profundizando sobre este punto, pero basta con remitirse a su desempeño en el debate de antier. En el importante evento del domingo que acaba de pasar, el ex teniente no contestó ni con mínima solvencia a las preguntas sobre su polémico plan de gobierno, como la derogatoria de la Constitución, o las referidas al andahuaylazo o a la caterva de parlamentarios que llevó al congreso en las elecciones pasadas. Ni siquiera cuando era su turno de hacer él las preguntas a sus contendores dejó de recurrir al papel para leer al pie de la letra todo lo que tenía por decir. Me ha quedado claro que este señor no puede encabezar el gran cambio que pregona. A lo sumo puede diagnosticar su necesidad, y esto es. Más allá del fondo ideológico del asunto, lo del modelo económico y todo ese rollo, Humala dista mucho de ser un líder que replantearía el país. El rol que la coyuntura por el momento le está otorgando le pasa por encima, le queda demasiado grande. Mucho riesgo para tan pocas dotes.

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