miércoles, marzo 10, 2010

Molestias en un restaurante

En los últimos años hemos escuchado hasta la saciedad la palabra gastronomía en este país. La mayoría se ha creído la historia de que somos la primera potencia en comida del planeta. Sin embargo subsisten muchas taras o insuficiencia profesional en el servicio que brindan muchos restaurantes de categoría media o menor.


Entre las cosas que me causan gran molestia puedo mencionar las siguientes:
  1. Ver que mesas vecinas del restaurante permanecen sin recoger. Esto da la sensación muchas veces de estar comiendo en un chiquero impidiendo saborear y disfrutar la comida que es servida en la mesa propia. Esto sucede aún en muchos restaurantes promocionados por el Rey Midas de la Gastronomía. Esto lo vi por ejemplo en La retama (Residencial San Felipe), a pesar de que mucha gente habla de las maravillas de la pachamanca de aquel restaurante.
  2. Recibir una sola servilleta con los cubiertos o tener un servilletero vacío. El menor criterio les indicaría a los mozos que el comensal necesita algunas servilletas para limpiarse la boca y/o las manos cuando termina de comer algún plato o la comida. Pero muchas veces uno tiene que solicitar insistentemente que le alcancen las servilletas.
  3. Una de las cosas más desagradables que le puede pasar al cliente es que le sirvan la comida -que debe comerse caliente- fría. Por ejemplo, una de las cosas más repulsivas es tener el arroz frío o el guiso (un olluquito, un ají de gallina) helado. A pesar de tanta gastronomía por aquí y por allá no entiendo cómo es posible que en un buffet (celebrando un matrimonio) se hayan pasado unas empanaditas y chicharrones de pollo totalmente fríos.
  4. En muchos casos los mozos desaparecen por períodos largos y los colegas no le hacen caso a uno cuando solicita algo. Peor aún, hay veces en las que los pedidos que se le hacen al mozo original no son atendidos sinó tras insistencias permanentes. Esto indica que faltan urgentemente Programas de Capacitación para Mozos.
  5. Una de las cosas que me malhumora irremediablemente es la entrega de bebidas sin helar cuando el pedido es de bebidas heladas. Esto ya es el colmo en épocas veraniegas cuando la necesidad de hielo y el sentido común indican que debe aumentarse sustanciosamente la cantidad de bebidas heladas y hielo en las congeladoras del restaurante.
  6. Me fastidia mucho también cuando entran esos cantantes que nadie pidió interrumpiendo el grato bullicio suave del restaurante y la conversación propia de la mesa. Encima, muchos de estos músicos insolicitados se plantan al costado de la mesa casi exigiendo la propina.
  7. Relacionado a lo anterior están los restaurantes que ponen la música a-volumen-de-pollada. No es que uno vaya a ellos de forma espontánea, pero alguna vez puede pasar que celebrando algún acontecimiento con compañeros de trabajo a uno le toque estar en uno de esos sitios donde hay que pedir a cada rato que bajen-por-favor-el-volumen-de-la-música. Cuando he pasado por el desvío de la Ramiro Prialé saliendo a la Carretera Central no comprendo cómo hay gente que va a los dizque restaurantes regionales que están por el Zoológico de Huachipa sabiendo de antemano que el ambiente es un escándalo de bulla.
  8. En el otro extremo, me es desagradable ir a un restaurante que sólo tiene una o dos mesas ocupadas. Como que el ambiente se vuelve un poco deprimente.
  9. El desorden parece que es una característica muy difundida entre los restaurantes chicos. En muchos casos hay que estar a la gana-gana para ocupar una mesa que pronto estará libre. Lo más fácil sería tener unos tickets (como en los supermercados) para el turno correspondiente. Pero no, cuántas veces uno se gana pleitos porque un zampón o una zampona se apropian de una mesa que no les corresponde.
  10. Moscas. Uno de los bichos más repugnantes que pueden estar cerca a uno es una mosca. Si es en un restaurante peor (uno podría comenzar a preguntarse por el recorrido de la comida, que uno no vio). Hay aparatos electrónicos que las desaparecen de escena. Debería tomarse nota de que la moda de los huariques sucios o mosquientos ha pasado.
  11. A pesar de todo el boom muchos restaurantillos y restaurantes no tan chicos siguen evadiendo impuestos evitando siempre que pueden entregar la boleta de venta correspondiente. Esto puede pasar tanto en un chifita-de-menú-de-día-de-semana como en un restaurante campestre de Cieneguilla. Fuera de Lima el asunto es peor. Aquí la Sunat podría fiscalizar muchos establecimientos rápidamente escarmentándolos sin asco para que aprendan a no robarse los impuestos.

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