jueves, abril 19, 2007

ITALIA (I)

Ultimamente me he estado preguntando sobre la adaptabilidad de los italianos en los paises donde se asientan. Muy diferente a los latinoamericanos que normalmente no se integran a los paises que los reciben. En Perú, Brasil, EEUU o Alemania los italianos están muy integrados en las sociedades. Donde llegan ellos nacen los restaurantes de su culinaria tan identificatoria o las pastelerías o las heladerías y ese calor tan latino, tan familiar. Pero no sólo eso sinó que su fuerza emprendedora es tan fuerte que se sitúan de alguna manera en algunas de las élites de los países. ¿Cuál es la fuerza de su carácter? Forza azzura.

Veamos algo en el país. ¿Qué podemos decir del panetón? Pues que simple y llanamente es parte de la tradición navideña, tan imprescindible como el pavo por Acción de Gracias en EE.UU. ¿Y los helados? Pues tenía que ser un italiano el que impusiera los helados industriales más famosos del Perú. Tanto peso ha adquirido la marca que según lo que he escuchado por un experto de márketing, cuando Nestlé compró esa fábrica y le cambió de marca a los helados tuvo resultados decadentes, por lo que la gran marca suiza tuvo que regresarles a los helados la marca D'onofrio y más chiquito ponerles que también son Nestlé. Pero no sólo los helados industriales tienen antecedentes de un italiano: como reafirma Sandra Plevisani, los reyes de los helados en el mundo son los italianos. ¡De eso ni duda!

Ingresemos ahora a otros terrenos que tanto nos gustan: la comida italiana. ¿Cómo es posible que hallemos en Lima tantos sitios memorables? Bueno, la integración de lo italiano con la gastronomía local ha sido perfecta. Me provoca mencionar algunos restaurantes que son de mi gusto. Don Rosalino, situado en la avenida Aviación (antes con su local primigenio de la callecita Figari), es imprecisdible para degustar pizza. Esa pizza Nápoli o la Teresa, acompañada de "su" rocoto molido es una elegía al sabor superior. Las pizzas fueron la carta de presentación de Don Rosalino pero tienen varios platos magníficos, tales como la lasagna de carne o unos piqueos de champignones.

El italiano es un magnífico restaurante ubicado en Santa Catalina, detrás de la Dirección de Educación. Tienen una carta bastante surtida y el ambiente es pequeño pero muy simpático. La comida es altamente recomendable. Como entrada, y para compartir, se puede pedir una pizza, que con su masa delgadita pasa muy suavemente para proseguir con el plato de fondo.

Mavery es un restaurante que ¡oh sorpresa! tiene más de 25 años de existencia. En la cuadra 1 de la Avenida del Ejército. Aquí tienen unas empanadas muy ricas (puede ser para esperar el segundo). Yo por ejemplo me despacho con la empanada con pulpa de cangrejo. Tienen también un simpático vino de la casa de cosecha argentina servido en jarra. Los canelones son espléndidamente preparados y yo me apunto.

San Ceferino, en la avenida 2 de mayo, es un restaurante vibrante, grande, acogedor, deliciosamente decorado. Tiene harta asistencia aun en un día martes o miércoles por ejemplo. Su carta es muy amplia y uno puede demorar en decidir dada la cantidad de platos. Una lasagna con cangrejo o una de las pastas a la puttanesca son sencillamente grandiosas -y no sólo de sabor, sinó por el tamaño espectacular del plato-.

El Blue Moon en Lince es sencillamente espectacular. Con un decorado de cientos de botellas por techos, paredes y vitrinas es un ambiente absolutamente distinguido. La última vez que fui disfruté de un buffet cuasi-inacabable. Carnes de las más diversas: pato, faisán, codorniz, ternera, cerdo e innumerables exquisiteces (como cuando se comienza con algún prosciutto y alguna carne de jabalí). Sencillamente italianísimo.

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