jueves, abril 11, 2013

Nadine or not Nadine

La tentación por la permanencia en el poder es irresistible. En el Perú las vueltas a las andadas, además, para forzar las cosas, se dan periódicamente luego de que van quedando atrás las crisis. Cuando el presidente actual asumió el poder juró y rejuró que su intención solamente era, "como estaba prescrito en la ley", permanecer un solo período. No se sabe si ya en el camino (o antes, con premeditación) a él y a su partido y a sus adjuntos se les iluminó la mente para pensar en permanecer pero con una variación llamada Nadine.

Si bien la naturaleza de la ley Higuchi fue perversa (porque fue promulgada contra una persona específica), ésta fue aceptada por todos los participantes del proceso electoral general último (y anteriores por cierto). Sólo cuando se comienzan a analizar alternativas de continuidad la ley aquella es apuntada para ser eliminada. Pero el problema no es de leyes, es del espíritu de las democracias que todavía no cuajan y siempre están en la búsqueda de agujeros para hacerse autogoles. Porque se puede prohibir a todos los parientes del presidente ser candidatos y sin embargo las trampitas posibles no desaparecen: veamos por ejemplo el caso de posta en Rusia donde Medvédev sucedió a Putin y éste sucedió al primero más tarde (siendo ambos, primeros ministros uno del otro, además) .

Naturalmente, no habría nada de malo en dejar las decisiones de elección al soberano (el pueblo) pero es aquí donde entra a tallar el cuestionado aprovechamiento de los recursos del Estado para la promoción o la publicidad del candidato potencial. En el caso de Nadine Heredia es sintomático que toda su exposición mediática está siempre rodeada de una atmósfera agradable, es decir, en todo momento siempre está en una "actuación bonita", publicitariamente vendedora para los potenciales electores. Es aquí donde radica la justa preocupación de los otros probables candidatos: las reglas de competencia no estarían siendo justas para el 2016. Parece que este asunto ensombrecerá el respectivo proceso electoral. La disyuntiva ya no será entonces entre "limpios e inmorales" (como fue la lid Ollanta-Keiko o la revocatoria en Lima) sino entre "la perpetuación y la alternancia". Este mal latinoamericano aún no encuentra solución.

Ahora, para completar esta opinión nos provoca comentar sobre los méritos que se le puede encontrar a este régimen para intentar la reelección. Increíblemente, dado nuestro repudio al régimen aprista, coincidimos con Mauricio Mulder (uno de sus voceros): ninguno. Tal vez este país sea el único en el mundo donde el gobierno puede ser muy popular sin hacer nada. Pero para nosotros no basta la popularidad; la seguridad ciudadana, la educación y la salud siguen en nada. No nos interesa tener una presidenta que, por más simpatía que despierte a mucha gente, prosiga con la política del piloto automático a plazo indefinido.

Enlace: un enfoque al continuismo en América Latina / James Petras