miércoles, abril 25, 2012

Mirada expropiatoria a la región de un ciudadano corriente

La noticia regional más importante de los últimos días fue sin duda la decisión de expropiación que tomó el gobierno argentino sobre la empresa petrolera subsidiaria española. En principio considero que una expropiación no es mala ni buena per sé. Sin embargo, dependiendo de las circunstancias, la acción podría calificarse o de beneficiosa [para el Estado] o de estúpida. En el caso de la decisión de Cristina Fernández me parece que el tema iría por lo segundo.

En un breve paréntesis, tratando de recordar posibles casos peruanos en los últimos años, me parece que el Estado debió expropiar (o tal vez confiscar o anular las licencias) los canales de televisión 4 y 5 de Lima, que incumplieron sus contratos al prostituirse con la mafia fujimontesinista. Lo lógico hubiera sido que, habiendo recuperado las licencias indicadas, el Gobierno hubiese convocado a licitación para su uso privado nuevamente.

Regresando al caso argentino, me gustaría tomar como base de análisis las opiniones emitidas por Mario Vargas Llosa. Aprovecharé su columna para lanzar unos comentarios (en rojo) que podrían ser los de cualquier ciudadano de a pie de América Latina.

La guerra perdida ¦ Mario Vargas Llosa

La expropiación del 51% del capital de YPF, propiedad del grupo Repsol, decidida por el gobierno de la señora Cristina Fernández de Kirchner, no va a devolver a Argentina “la soberanía energética”, como alega la mandataria. Va, simplemente, a distraer por un corto período a una opinión pública de los graves problemas sociales y económicos que la afectan con una pasajera borrachera de patrioterismo nacionalista, hasta que, una vez que llegue la hora de la resaca, descubra que aquella medida ha traído al país muchos más perjuicios que beneficios y agravado la crisis provocada por una política populista y demagógica que va acercándolo al abismo.

Parece ser así, el populismo aún en países cultos como la Argentina parece generar decisiones disparatadas e inconvenientes.

Las semejanzas de lo ocurrido a Repsol en Buenos Aires con los métodos de que se ha valido el comandante Hugo Chávez en Venezuela para nacionalizar empresas agrícolas e industriales son tan grandes que parecen obedecer a un mismo modelo. Primero, someterlas a un hostigamiento sistemático que les impida operar con normalidad y las vaya empobreciendo y arruinando y, luego, cuando las tenga ya con la soga al cuello, “quedarse con ellas a precio de saldo”, como ha explicado Antonio Brufau, el presidente de Repsol, en la conferencia de prensa en la que valoró en unos 8.000 millones de euros el precio de los activos de la empresa víctima del expolio. Durante algunos años, la opinión pública venezolana se dejó engañar con estas “recuperaciones patrióticas” y “golpes al capitalismo” mediante los cuales se iba construyendo el socialismo del siglo XXI, hasta que vino el amargo despertar y descubrió las consecuencias de esos desafueros: un empobrecimiento generalizado, una caída brutal de los niveles de vida, la más alta inflación del continente, una corrupción vertiginosa y una violencia que ha convertido a Caracas en la ciudad con el más alto índice de criminalidad de todo el planeta.

El valor de la empresa no es motivo de mi comentario porque eso es un asunto bilateral que normalmente es decidido por un tribunal dirimente. Pero lo que sí parece evidente o "transparente" es el ambiente ad-hoc que este tipo de regímenes van creando antes de dar el zarpazo final. Evidentemente Chávez lo ha ensayado, mejor dicho ejecutado, repetidas veces, y por supuesto que es triste, porque Venezuela, con todos los recursos que tiene, debería ser, ahora, una especie de Dubai de América del Sur. El populismo, con bonanza artificial ya se ha vivido en el Perú en términos groseros durante el primer régimen del Apra, entre los años 1985 y 1987 aproximadamente, recordando que llegamos casi a las puertas del infierno en esas épocas. Por eso, en general, los peruanos ante lo que signifique populismo nos ponemos en estado de alerta inmediata (esto particularmente se vio en la elección de Ollanta Humala, ante sus propuestas primigenias).

Desde hace algún tiempo, el gobierno argentino multiplica estas operaciones de distracción, para compensar mediante gestos y desplantes demagógicos, la grave crisis social que ha provocado él mismo con su política insensata de subsidios al consumo, de intervencionismo en la vida económica, su conflicto irresuelto con los agricultores y la inseguridad que han generado su falta de transparencia y constantes retoques y mudanzas de las reglas de juego en su política de precios y de reglas para la inversión. No es sorprendente que la inflación crezca, que la fuga de capitales, hacia Brasil y Uruguay principalmente, aumente cada día, y que la imagen internacional del país se haya venido deteriorando de manera sistemática.

Esto que indica MVLl en general se lee en analistas políticos y periodistas de tendencias desapasionadas.

Primero fue la guerra contra los diarios más prestigiosos del país, La Nación y Clarín, con acusaciones y amenazas que parecían preceder su secuestro y clausura —espada de Damocles que aún pende sobre ellos, pese a lo cual ambos órganos han mantenido valerosamente su independencia— y, luego, más recientemente, la resurrección del tema de las Malvinas. En la reciente cumbre de Cartagena la presidenta Fernández de Kirchner experimentó una seria decepción al no obtener de sus colegas latinoamericanos el aval beligerante que esperaba, pues éstos se limitaron a ofrecerle un apoyo más retórico que práctico, temerosos de verse arrastrados a un conflicto de muy serias consecuencias económicas en un continente donde las inversiones británicas y europeas son cuantiosas. Inmediatamente luego de ese fracaso ha venido la expropiación de Repsol, el nuevo enemigo que la jefa del Estado argentino lanza a las masas peronistas como ominoso responsable de los males que padece el país (en este caso, el desabastecimiento energético). Mínimas victorias en una guerra perdida sin remedio.

En este párrafo MVLl me parece que junta infelizmente dos temas independientes. Que Cristina Fernández levante justo ahora el tema no le quita legitimidad. La aspiración argentina de soberanía sobre Las Malvinas es perfectamente válida, tal como lo ha confirmado la decisión de apoyo de UNASUR.

En verdad, los males que padece ese gran país que fue Argentina —el más próspero y el más culto del continente desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX— no se deben a la prensa libre y crítica, ni al colonialismo británico, ni a las empresas extranjeras que trajeron sus capitales y su tecnología al país creyendo ingenuamente que éste respetaría la legalidad y cumpliría con los contratos que firmaba su gobierno, sino al peronismo, que, con su confusa ideología donde se mezclan las más contradictorias aportaciones, el nacionalismo, el marxismo, el fascismo, el populismo, el caudillismo, y prácticamente todos los ismos que han hecho de América Latina el continente pobre y atrasado que es. Hay un misterio, para mí indescifrable, en la lealtad de una porción considerable del pueblo argentino hacia una fuerza política que, a lo largo de todas las veces que ha ocupado el poder, ha ido empobreciendo al país, malgastando sus enormes riquezas con políticas demagógicas, azuzando sus divisiones y enconos, destruyendo los altísimos logros que había alcanzado en los campos de la educación y la cultura, y retrocediéndolo a unos niveles de subdesarrollo que había dejado atrás antes que ningún otro país latinoamericano. No se necesita tener dotes de profeta para saber que la expropiación de Repsol va a acelerar esta lamentable decadencia.

En esto sí, tiene razón MVLl, parece haber "un misterio indescifrable".

Lo peor de todo es que el daño que esta injustificada medida significa no afecta sólo a Argentina, sino a América Latina en general, sembrando la desconfianza de los inversores sobre una región del mundo que, desde hace algunos años, ha emprendido en general, con pocas excepciones, el camino de la sensatez política, optando por la democracia, y del realismo económico, abriendo sus economías, integrándose a los mercados del mundo, estimulando la inversión extranjera y respetando sus compromisos internacionales. Y con resultados magníficos como los que pueden exhibir en los últimos años países como Brasil, Uruguay, Chile, Colombia, Perú, buena parte de América Central y México, en creación de empleo, disminución de la pobreza, desarrollo de las clases medias y consolidación institucional. En vez de seguir este modelo exitoso, la señora Fernández de Kirchner ha preferido enrolarse en el catastrófico paradigma del comandante Hugo Chávez y sus discípulos (Nicaragua, Bolivia y Ecuador).

Lo indicado al principio del párrafo no parece ser cierto, a decir de especialistas en economía. En otras palabras, cada país baila con su pañuelo. Las inversiones buscan a los países de manera individual; si dos o tres países "se portan con malcriadez" los inversores no se desquitan con los vecinos de dichos países. Por otra parte, en cuanto a América del Sur, parece haber consenso en que Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y Perú en términos generales están llevando bien la economía. Paraguay daría una impresión neutral y Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina serían los de las malas notas. Venezuela y Argentina por su populismo agudo, Ecuador por su avasallamiento a la prensa y otros poderes y Bolivia por su dificultad estructural. Me parece que el caso de Bolivia es más complicado porque arrastra más atraso que los demás países y Evo Morales ha tenido que hacer aún ciertas reivindicaciones para la masa históricamente excluída (por supuesto, que ciertas medidas como lo que parececía ser un racismo pro-indigenista se podrían ver como excesos).

Por fortuna, no toda Argentina vive hechizada por los cantos de sirena populistas del peronismo. Dentro del propio partido de gobierno hay sectores, por desgracia minoritarios, conscientes del giro anti moderno y anti histórico que ha venido adoptando el gobierno de la señora Fernández de Kirchner y de las consecuencias trágicas que tendrá ello a la corta o a la larga para el conjunto de la sociedad. En la dividida oposición ha habido en estos días, por fortuna, algunas voces lúcidas para oponerse a la euforia nacionalista con que fue recibida la noticia de la expropiación de Repsol, como la del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, quien declaró: “La expropiación nos endeuda y nos aleja del mundo. En un año estaremos peor que hoy”.

Así parece.

Es un augurio muy exacto. Los problemas energéticos de Argentina no son la falta de recursos, sino de tecnología y, sobre todo, de capitales. Como el país carece de ellos, debe traerlos de afuera. Y, con este precedente, no será fácil convencer a las empresas grandes y eficientes que vuelquen sus esfuerzos en un país que acaba de dar un ejemplo tan poco serio y responsable frente a sus compromisos adquiridos. A Argentina le van a llover las demandas de reparación ante todas las cortes e instituciones de comercio internacionales y sus relaciones no sólo con España sino con la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera, se han vuelto ahora conflictivas. Todo este riesgo ¿para qué? Para gozar por unos días de la grita frenética de las bandas de piqueteros eufóricos y de las loas encendidas de una prensa servil. ¿Valía la pena?

No me parece exacto. Como decía al principio, una expropiación es un acto perfectamente válido para un Estado soberano. La pregunta exacta no es respecto a las empresas extranjeras, que no son sagradas por cierto. La pregunta crucial es si le sirve a la Argentina para los fines que persigue supuestamente, esto es, garantizarse el suministro de energía que necesitará a futuro. Evaluando diversas y variopintas opiniones pareciera que no.

Dentro de la América Latina de nuestros días, lo ocurrido con Repsol tiene un curioso sabor anacrónico, de fuera de época, de reminiscencia rancia de un mundo que ya desapareció. Porque, la verdad es que, de México a Brasil, aunque haya todavía enormes problemas que enfrentar —entre ellos, los principales, los de la corrupción y el narcotráfico— parecía ya superada la época nefasta del nacionalismo económico, del desarrollo hacia adentro, del dirigismo estatal de la economía que tanta violencia y miseria nos deparó. Parece mentira que tan horrendo pasado resucite una vez más y nada menos que en el país de un Sarmiento, un Alberdi y un Borges, que fueron, cada uno en su tiempo y en su campo, los adalides de la modernidad.

Para la mayoría de países, es cierto, este tipo de expropiaciones son anacrónicas, no por ilegales, sino por ineficaces. Además, en lo posible, un país moderno, es cierto, parece que debería transitar por una economía abierta hacia el mundo. En Argentina hay por lo menos una señal de alerta: el tipo de cambio del mercado negro es bastante más alto que el oficial. Entonces, aún para los defensores del régimen actual, es obvio que hay algo que no anda bien.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2012. © Mario Vargas Llosa, 2012.

Enlaces:
El artículo original de Mario Vargas Llosa en El País
YPF: una historia de modales e intereses (en El País)
El error argentino (en El País)
¡Alto!, ¡el petróleo o la vida! (en El País)
Petróleo (Guillermo Giacosa en Perú21)

jueves, abril 19, 2012

Proyecto musical espectacular

El último viernes tuve la oportunidad de asistir al concierto Proyecto de la Lama, ambicioso concepto musical creado por Rafael de la Lama. No recuerdo si vi primero la promoción o la entrevista que le hizo Milagros Leiva, pero lo cierto es que tan pronto me enteré de que iba a haber una actuación ya había considerado estar presente en ella.



Ya en el concierto vinieron a mi mente grupos como Enigma, Yes, Pink Floyd, Queen, entre otros. Es que la música que hace el Proyecto de la Lama abarca mucho. El autor la define como rock lírico. Pero se clasifique como se clasifique lo cierto es que se ha logrado ensamblar un grupo de calidad extraordinaria, un espectáculo de calidad mundial que bien podría presentarse en Buenos Aires, San Francisco, Nueva York, Berlín, Moscú, Hong Kong, Tokio, Londres, Bogotá o Sydney, con muchos aplausos, como los tuvo acá, con el público aplaudiendo de pie sostenidamente.




El concierto, que comenzó un poco tarde, satisfizo con creces las expectativas de los espectadores y además hizo ver que hay mucho talento nacional fuera del circuito rutinario de caras que vemos a cada rato. ¡Bravo! ¡Bravísimo!

Enlaces:
Entrevista de Milagros Leiva 
Entrevista de Chema Salcedo 
Canción (sólo audio): Únete a la fuerza
Canción (en concierto): Detrás de ti (con coro de niños) 
Cierre de concierto  
Promoción de la Biblioteca Nacional

martes, abril 10, 2012

Un poco de cine preciosista

Una tarde libre (y en vista de que la cartelera estándar estaba muy raquítica) me di una vuelta por el Centro Cultural de la Universidad Católica en Camino Real como para ver qué encontraba (siempre allí se encuentra buen cine universal). Coincidí con el Festival Francophonie 2012 y coincidí con una película de ingreso libre [es irónico señalar que los adefesios norteamericanos suelen tener mucha cola para ingresar -y pagando- a diferencia de estas películas donde es más holgado el acceso].

El presentador (que muchas veces los hay en estas exhibiciones) nos dijo que se trataba de una película de un director que ha hecho cine preciosista. La película se titulaba Los amores imaginarios, de Xavier Dolan (Canadá de habla francesa).

La película trata sobre las relaciones amicales entre un hombre joven (algo amanerado pero no gay) y dos amigos (un gay joven y una mujer joven). Ambos amigos se enamoran del primero. El gay se decepciona cuando descubre que el primero no es gay (por lo tanto el amor imaginario no va). Luego la chica busca saber si puede establecer un romance con el primero. Es con ella que veo una escena tremenda. Una escena que me hace preguntar si es cierto que los latinos tienen (tenemos) el monopolio de la pasión y el sufrimiento amoroso. Los latinos pueden ser muy alharaquientos para exhibir su amor o deseo por alguien, sin embargo, otros, como los alemanes o canadienses francófonos pueden mostrar sentimiento extremo tan solo con una mirada o un movimiento, sin necesidad de mares de lágrimas.



Acá vamos con la escena. La chica le había escrito al muchacho una tarjeta expresándole cuáles eran sus sentimientos (ya que en directo nunca se supo en realidad cuáles exactamente eran entre ambos). Es así que transcurren varias semanas sin saber la una del otro, hasta que un día ella lo ve pasando por su calle. Allí ella le da el alcance preguntándole por cómo le iba y además advirtiéndole que si había recibido una tarjeta había sido por error. Le dice que debió habérsela enviado a una amiga suya pero se equivocó. Él le pregunta si con ese tono tan romántico se dirigía a su amiga. En fin, él dice que ya tenía que irse, tenía que ver el pastel que horneaba. Ella le pregunta '¿Y qué pasaría si esa tarjeta hubiera sido para ti?'. Él: 'También tendría que ir a ver el pastel'. Y se va. Ella se queda parada, paralizada, inmóvil, mirando cómo se va. Toma un cigarrillo, lo quiere encender, ni siquiera puede, sus manos no le responden bien. Ella no llora pero la escena es tremenda. Efectivamente, el retrato de esta escena que hace el autor de la película es preciosista, tremendo, total, durísimo. Todo está dicho con actuación magistral.

Demos un vistazo a lo que dice un conocedor del autor:

Dolan nació en Quebec; hijo de un actor (Manuel Tadros), él mismo fue un actor infantil. Su entrada al negocio fue natural. Su primer film J’ai tué ma mère, el cual dirigió, escribió y protagonizó, se erigió ganador de tres premios durante la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes de 2009. Para este 2010 presentó en la sección oficial de Un Certain Regard del mismo festival (con ovación de pie, cabe mencionar), Les amours imaginaires, otra obra que escribe, dirige, actúa, produce, además de hacer edición y el diseño de arte.

Más en el blog Marginal: ¿Quién es Xavier Dolan?